Hace 75 años, unos niños de los pueblos de Arkaia, Arkaute y Elorriaga se acercaron con curiosidad hasta el aeródromo José Martínez Aragón (posteriormente, General Mola) al advertir la impresionante flota de aviones de guerra desplegada en la pista que se encontraba en los terrenos, hoy ocupados por el barrio de Salburua.
Incluso tuvieron la oportunidad de saludar a la tripulación de aquellas aeronaves. Ataviados con elegantes uniformes, unos hombres simpáticos, educados, que hablaban en alemán y que repartían chocolatinas entre aquellos críos curiosos, todo un lujo en aquellos tiempos.
Es verdad que esos niños, impresionados por las máquinas de guerra y por los deslumbrantes uniformes de los soldados, no se pararon a pensar que las armas y los soldados están hechos para la guerra y mucho menos que esos mismos aviones y hombres íban a ser los responsables de una tragedia que marcaría un antes y un después en la historia de las guerras, puesto que el bombardeo de Gernika no fue sino uno de los primeros ensayos de bombardeo sobre población civil de los fascistas y los nazis, que pocos años después emplearían como táctica en la II Guerra Mundial.
Si aquellos niños, entre ellos, Eugenio, hubieran conocido las órdenes que iban a cumplir aquellos elegantes alemanes y sus consecuencias, seguramente hubieran rechazado las chocolatinas o ni siquiera se hubieran acercado pero, cuando se tienen 10-12 años, la guerra no es más que un juego.
Horas más tarde de aquel encuentro, a escasos 50 km de aquí, otros niños como ellos conocieron la cara más cruel de la guerra, cuando aquellos aviones y aquellos soldados sembraron de muerte y destrucción la Villa de Gernika.
Nuestro recuerdo para las víctimas y nuestra reflexión respecto a cómo les explicamos hoy en día a nuestros hijos el significado de las armas, de los ejércitos y de las guerras de tal forma que no volvamos a repetir esos mismos errores.