Hace solo cincuenta años el momento de la siega de los cereales era el evento más importante de las explotaciones agrícolas, se recogían los haces con la paja y el grano y se acarreaban hasta las eras de trillar, allí aguardaban las maquinas trilladoras estacionarias, impulsadas por motores eléctricos o de explosión alimentados por gasolina o queroseno. Era necesaria la participación de muchas personas que se distribuían las tareas, unos abastecían la trilladora, otros colocaban los sacos vacíos y los retiraban llenos de grano, otros se encargaban de amontonar la paja en los pajares. En definitiva toda la familia y algunos temporeros o incluso voluntarios eran necesarios par el desempeño de aquella labor. No en vano en el momento de la recolección se jugaban el resultado del trabajo de toda la campaña.
Esto lo conocemos de oídas, porque nos lo contaron nuestros padres, el único recuerdo que tenemos de la trilladora es de cuando se cargo en un vagón de tren para enviarla a tierras castellanas para allí seguir prestando su servicio a otro agricultor. Con nosotros llegaron las cosechadoras autopropulsadas, supusieron una auténtica revolución, ya no era necesario segar, acarrear, amontonar, trillar... Una sola maquina lo hacia todo en el campo sin necesidad de disponer de un ejercito de operarios.
Aquellas revolucionarias maquinas que sí conocimos, con un peine de siega de tres metros, que en lugar de cabina, tenían un parasol que protegía al maquinista de la insolación pero no del intenso calor, mezcla del sol de julio y agosto y del que desprendía el ruidoso motor diésel, ni del polvo que al final de la jornada convertían al maquinista en una especie de minero del que solo se distinguía el blanco de los dientes y los ojos. Hoy nos parecen auténticas antiguallas en comparación con las modernas, potentes y cómodas cosechadoras actuales.
La capacidad de labor y el rendimiento se han multiplicado exponencialmente, las cabinas climatizadas de visión panorámica son cómodas y silenciosas y las innumerables palancas, relojes y presostatos han desaparecido, dejando paso a mandos Joy Stics multifunción que se asemejan más a los mandos de los video juegos que aquellas palancas de hierro que recordaban a las locomotoras. La electrónica y las pantallas de video facilitan la supervisión del funcionamiento de la máquina y el maquinista podría perfectamente ir a trabajar con traje y corbata.
Pero la tecnología de cosecha sigue siendo basicamente la misma que la de aquellos locos cacharros que dieron origen a las primeras cosechadoras y que eran algo así como el engendro resultante fruto de la únion entre una segadora, una trilladora y un tractor que pasaba por allí. A pesar de la evolución tecnológica sigue siendo una autentica experiencia subir a bordo de una cosechadora mientras devora hectáreas y hectáreas de campos de cereales.