La zona de Arkaia, Arkaute y Otazu está de postal o de cuadro
de Vincent Van Gohg. Las numerosas parcelas sembradas de girasoles que estos
días han florecido y que adornan el paisaje de nuestro entorno, son la causa
principal.
En estas fechas en las que, a pesar del retraso en esta campaña de cosecha
de los cereales, el campo está más reseco y de colores más pajizos, por eso,
sorprende agradablemente ver la frescura de los campos de girasoles con sus
verdes y amarillos intensos.
Está claro que el girasol es un cultivo interesante por su productividad y
por la excelente aportación a la rotación con los cereales. Pero también lo es
desde la perspectiva paisajística.
La calidad de vida se mide desde la observación de muchos indicadores, uno
de ellos es la calidad ambiental del entorno y, dentro de la calidad del entorno, el paisaje tiene un peso importante.
Tenemos un entorno natural privilegiado, montañas y bosques frondosos,
valles y llanuras fértiles, pueblos y ciudades con calidad urbanística y
patrimonio cultural...
Pero también los cultivos contribuyen a la calidad del
paisaje: los cereales en primavera y verano, los campos de remolacha y los de
patatas en flor o los girasoles florecidos, enriquecen el paisaje, aumentan la biodiversidad y favorecen la proliferación de insectos politizadores
y de su predadores naturales, como los abejarucos.
Disfrutemos de estos enormes "jardines de girasoles" que en menos de un mes se estarán madurando y perderán su esplendor.