Hemos sufrido uno de los veranos más secos de los últimos años, prácticamente desde finales del mes de abril no habíamos tenido precipitaciones de importancia, salvo algunos chaparrones de escasa entidad.
La tierra estaba reseca y agrietada, los prados en vez del verdor que los caracteriza tenían ya un color pajizo. En los montes la situación no era mucho mejor, el riesgo de incendio era altísimo y las plantas han sufrido el rigor de la sequía.
Sólo los cultivos de verano con regadío han soportado el estiaje, el agua del invierno acumulada en las balsas de riego y en los acuíferos han permitido aliviar la sed de las plantas.
Pero por fin con el mes de octubre llegaron las lluvias, primero suavemente y a mediados de mes con el aviso de alerta naranja por fuertes precipitaciones. Sea como sea el agua que cae del cielo moja a todos por igual, en el campo y en el monte, en los pueblos y en la ciudad, la lluvia lo refresca todo y lo limpia todo, sin distinciones entre ricos y pobres.
Cuando amaina el temporal y se orea la tierra, está preparada para las labores de siembra, un lecho húmedo y fértil acogerá las semillas de los cereales y dará inicio a una nueva año agrícola. Una nueva campaña que esperamos y confiamos en que sea tan generosa y abundante como la pasada.
¿Quieres escuchar el rumor de la lluvia en otoño?