15 de febrero de 2012

El sueño de la autosuficiencia energética que no pudo ser

Hace más de 10 años algunos soñadores hicimos una apuesta por las energías renovables, colocamos paneles solares en nuestros tejados para producir energía, vendérsela a las compañías suministradoras y con lo que nos pagasen compensar nuestro consumo eléctrico doméstico y de empresa. Entonces la inversión era muy fuerte pero el precio del Kilovatio compensaba el esfuerzo económico inicial.

Más tarde, el precio de la tecnología solar se fue abaratando en la medida que se redujo el precio del Kilovatio contratado, hasta llegar a un punto en que la inversión inicial suponía aproximadamente la tercera parte del esfuerzo económico de los primeros años, de manera que el negocio solar se planteaba como una inversión rentable y estable en comparación con la volatilidad y alto riesgo que caracterizaba a los mercados bursátiles.

Fue en este momento cuando los pequeños y grandes inversores se lanzaron al campo de las renovables, con una vocación más de negocio que de compromiso con el medio ambiente. Pero se toparon con las trabas burocráticas que les planteaban las grandes compañías distribuidoras eléctricas, que por ley estaban obligadas a comprar la electricidad producida por las instalaciones fotovoltaicas. Se plantearon tantas trabas que muchos proyectos se quedaron por el camino y mucha inversión prevista no se llegó a materializar. Estaba claro que las obligaciones que marcaba la ley a las compañías eléctricas, no encajaban ni en sus planes ni en sus intereses empresariales.

Los soñadores de hace una década asistíamos atónitos a las evoluciones del negocio fotovoltaico, ajenos a aquellos vaivenes que afectaban a los inversores y a las eléctricas. Pero ya lo dice el refrán: “Cuando las barbas de tu vecino veas pelar pon las tuyas a remojar” y así, ocurrió que las compañías eléctricas que ya habían ganado la batalla contra la expansión del negocio fotovoltaico masivo, fijaron su atención en los que llevábamos años amortizando nuestras caras inversiones iniciales pero con la ventaja de un precio por kilovatio más alto.

Un buen día recibimos una carta de la compañía eléctrica, en la que nos comunicaba que nuestras instalaciones estaban produciendo más energía de la que nos correspondía por nuestra ubicación geográfica, por lo que la compañía procedería a realizar los ajustes en la facturación descontando los excedentes producidos.

En román paladin: que sólo nos van apagar lo que ellos consideran que es justo en función de nuestra situación geográfica. Pero ocurre que los productores de energía fotovoltaica tenemos un contrato en el que se fija un tope de kilovatios por hora y es evidente que de noche no se puede producir energía solar. También está claro que se produce más energía en primavera y verano que en otoño e invierno, por aquello de las horas de luz solar en función de las estaciones y de la posición de la tierra en su órbita solar. Por lo que son muy pocas las horas en las que las instalaciones fotovoltaicas llegan a producir el total de kilovatios / hora contratados y son todavía menos las horas en las que se puede llegar a superar el límite.

Resulta lógico que los kilovatios que superan el límite contractual se consideren excedentarios incluso se puede entender como justo que la compañía se niegue a pagarlos, a pesar de que se introducen en la red eléctrica y se comercializan. Pero lo que resulta abusivo y rayando la estafa es que las Eléctricas te descuenten el excedente de energía que, según ellos, estamos produciendo por encima de lo que te corresponde por ubicación geográfica.

Pura mafia ejercida desde los monopolios de la distribución energética.

Pero como las desgracias nunca vienen solas, solo faltaba la intervención del Gobierno del PP de Mariano Rajoy para darle la puntilla al sector de las energías renovables, un sector incipiente, que pudo llegar a ser la clave de la autosuficiencia energética del Estado español. Visto lo acontecido no lo llegará a ser. El único recurso energético en el que la península ibérica es una potencia europea se desperdiciará a favor de los combustibles fósiles que potencian el efecto invernadero.

Green Peace planteó una estrategia energética que conseguía la autosuficiencia para el año 2050 en el Estado español, en base a la instalación de paneles solares en los tejados de los edificios. Parece que no será gracias a la contribución ni de las Eléctricas ni de Mariano Rajoy que se logre este objetivo.

Nos queda un consuelo: “No hay mal que cien años dure”.

Mientras tanto el Sol nos alumbrará a todos por igual.